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Foto del escritorSilvia Resa López

Respetar las emociones

Hay momentos en los que las emociones casi nos desbordan, bien por su intensidad, bien por su frecuencia. Es al compartirlas cuando, a veces, surge lo que se conoce como invalidación emocional, mediante la que se pretende acallar lo que sentimos, negar la evidencia de los propios sentires. Desde el Coaching te propongo tomar acción ante tales actitudes




Es posible que te haya ocurrido alguna vez. Uno de esos días en los que una entra en bucle emocional, dando vueltas y más vueltas a algo que nos ha ocurrido, y que nos provoca enfado, tristeza y malestar anímico.

Para colmo, cuando se lo contamos a alguien cercano, esa persona reacciona de una forma que, lejos de consolarnos, nos hace sentir soledad y melancolía. Son las respuestas directivas de personas que, consciente o inconscientemente, tratan de rebajar o anular nuestras emociones. Te invito a detectar dichas actitudes y a confrontarlas con asertividad, desde la lealtad a una misma.

La psicóloga Desirée Llamas describe muy acertadamente algunas de esas situaciones cuyo resultado es la invalidación emocional de la otra persona. Son las siguientes:


  1. Quitarle importancia. Al referirle el hecho, nuestro interlocutor responde con una frase del estilo: “¡Bueno, tú por eso no te preocupes!

  2. Modo directivo. Si dice: “No puedes reaccionar así por eso, hombre” De esta manera, nos está diciendo lo que tenemos que hacer.

  3. Lo ve fácil. “Si estás triste, te digo que no merece la pena” De nuevo, nuestro interlocutor reduce la importancia del hecho que le referimos y además considera que no es tan difícil resolverlo.

  4. Redirige la atención a sí misma. Hay ocasiones en las que nuestra interlocutora no nos deja ni siquiera terminar nuestro relato emocional. Nos interrumpe para dirigir la atención hacia ella misma. “Bah, eso no es nada, ¿tú sabes lo que me pasó a mí?

  5. No escucha. Mientras le refieres lo que te ha ocurrido y cómo te sientes, tu interlocutor no quita la atención de su móvil, o de la pantalla de televisión, o de las interacciones de otras personas. “Sí, sí, te estoy escuchando, aunque no te mire me estoy enterando” Lo cual no es cierto; ojalá te estuviera escuchando ¿verdad?

  6. Tiene la solución. Nuestra interlocutora propone lo que considera una solución eficaz, por ejemplo: “pues si estás tan triste, ¿por qué no te decides a salir a la calle?”

  7. Minimiza. La incomodidad que siente al escuchar nuestro relato, lo lleva a pronunciar frases como: “creo que estás exagerando un poco, ¿no?”. Es el avance de lo que en otro punto definiremos como “gaslighting” o “luz de gas”

  8. Se molesta. En la línea del anterior, nuestra interlocutora se siente a disgusto con la situación, por lo que llega a demostrar enfado: “todo el día quejándote, de verdad, ¡qué agobio!.

  9. Luz de gas. La otra persona trata de hacernos creer que lo que pensamos o sentimos no es real o que es erróneo. Frases como “¿crees que es así? Pienso que estás equivocada” o “cálmate un poco, ya está” serán las que pronuncie.

  10. Enmudece. En ocasiones y a pesar de estar prestando atención, nuestro interlocutor se queda mudo e inexpresivo. No dice nada y su expresión es la de “cara de póquer”, como suele decirse popularmente. Dicha estrategia es una mezcla de alguna de las anteriores (restarle importancia, minimizar y hacernos luz de gas) Se trata de un modo pasivo-agresivo de relación.

  11. Molesto ante la alegría. Por último, existe otra estrategia de invalidación emocional; sólo que esta vez se produce frente a la alegría. Suele ocurrir cuando nuestra interlocutora siente celos de nuestra felicidad, la cual le molesta. Dirá frases del tipo: “estás todo motivado, ¿eh? Y tampoco es para tanto”



Pide lo que necesitas


¿Cómo reaccionar ante alguna de estas situaciones? Desde el Coaching te propongo que tengas en cuenta determinados aspectos:


  • Elige a la persona con la que quieres compartir tu emoción, sea tristeza, enfado, miedo o alegría.

  • Si a pesar de haber seleccionado a alguien su respuesta se parece a alguna de las referidas anteriormente, plantéate si te merece la pena seguir compartiéndolo con ella. Puedes poner una excusa y marcharte.

  • Si decides quedarte, puedes confrontar la situación. Por ejemplo, puedes contestarle: “me estás haciendo luz de gas”, si intenta manipularte. O puedes requerir su atención si enmudece, pidiéndole su parecer.

  • Si al responderte sientes malestar, te propongo que confrontes de dónde parte tal incomodidad. Te invito a que interiorices el hecho de que tus emociones son legítimas, por lo que nada ni nadie puede invalidarlas.

  • Escoge la compasión empática, es decir, cuando tu interlocutor te responda anulando tu emocionalidad, puedes darte cuenta de su situación. Es decir: lo que expresa el otro dice más de él que de ti; sus razones tendrá, si bien te propongo que no dejes que te afecte.

  • Te invito a que, cuando todo pase, hagas una reflexión a propósito de la interacción con la otra persona. Te será de utilidad en ocasiones posteriores, si vuelve a ocurrirte algún hecho que te altere emocionalmente.

  • En ocasiones, la herramienta del buen humor puede ser de utilidad. Tengo una frase favorita para esos casos, que me repito una vez que me siento calmada: “save the drama, for your mama” (algo así como ahórrate el drama para tu madre”) Me resulta ingeniosa y muy real.




Cómo atender al otro


Hace un par de años, mi amiga Lucía estaba contándome un hecho que le había dolido en el alma, a propósito de una persona muy querida por ella. Como quiera que noté que había entrado en bucle emocional y, dado que conocía las herramientas del acompañamiento, intenté ayudarla mediante preguntas que pudieran lograr una epifanía, el “darse cuenta de”.



A un cierto punto de la conversación, mi amiga me pidió que por favor no le hiciera Coaching, pues lo que ella necesitaba era una amiga que la escuchara. En ese momento me di cuenta de mi error. La escuché hasta que se encontró más calmada. Ella me pidió lo que necesitaba de forma sencilla y asertiva. Logró que la atendiera tal cual ella deseaba ser atendida.


La empatía, la habilidad de ponerse en el lugar de la otra persona, es una herramienta de primer orden en los procesos de Coaching. Pero también en las relaciones de amistad. Cuando empatizamos, sabemos lo que le duele al otro e incluso recordamos ocasiones en las que nos hemos sentido de la misma forma.

Partiendo de esta base, te propongo hacer un mix con las respuestas que exponía más arriba y confrontarlo, creando tu propio modelo asertivo y empático de atención al otro. ¿Cómo lo hacemos?


  • Cuando veas llegar a tu amiga dispuesta a relatarte lo que le ha ocurrido, te propongo que tengas en cuenta la lealtad, pero en primer término hacia ti misma. Para ello, puedes preguntarte cómo te sientes en ese momento, si estás dispuesta a escuchar de forma activa, si te da tiempo a vaciarte de tus propias ocupaciones. En definitiva, si es el momento para ti. Te invito a ser sincera y asertiva, especialmente al trasladarle a tu interlocutor cuál es tu situación.

  • Si estás preparado, colócate en modo escucha, es decir, tu expresión, especialmente la no verbal, ha de ser de acogida y confianza. Para ello, mírale a los ojos, no cruces ni brazos ni piernas y, si te es posible, dale un ligero apretón en el antebrazo, para que sepa que intentas confortarlo.

  • Escucha, escucha y escucha. Te invito a que hables únicamente cuando te haga una pregunta.

  • Sinceridad. Si no sabes qué decir, házselo saber. En muchas ocasiones nuestra interlocutora sólo desea sentirse escuchada. Incluso puede valerle de mucho contar lo que le ocurre, lo que siente, aunque sólo sea como primer paso hacia la confrontación.

  • Respeto. En el caso de que se eche a llorar, anímale a seguir haciéndolo hasta que se desahogue. Te propongo que le hagas saber que lo que siente es legítimo.

  • Confianza. Te invito a que ofrezcas tu confianza al otro, permitiéndole a su vez que él confíe.

  • Te invito a que en cuanto te sea posible le des un abrazo. Confortará y mucho a tu amiga.



¡Feliz Respeto! ¡Feliz Coaching!


Y recuerda que…

  • Al compartir lo que sentimos, hay veces en las que sufrimos una invalidación emocional

  • Si alguien nos hace “luz de gas” intentará hacernos creer que lo que sentimos no es real

  • Cuando empatizamos, sabemos lo que le duele al otro e incluso recordamos ocasiones en las que nos hemos sentido de la misma forma

  • Para respetar el discurso emocional de la otra persona hay una regla de oro: escuchar, escuchar y escuchar

  • Cuando todo ha pasado, podemos utilizar la herramienta del buen humor, para quitar hierro a la emoción ya confrontada

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