Una de las ventajas de seguir un proceso de Coaching es que en dicho espacio no existe el juicio.
Cada vez que, como coach, explico en qué consisten las sesiones y el desarrollo del acompañamiento, procuro dejar muy claro que no se requiere saber ni siquiera qué es lo que ha ocurrido en la vida del coachee, tan sólo cuál es su objetivo.
Claro que es conveniente conocer cuál es el estado emocional de la persona, ya que en ocasiones los coaches proponemos la utilización de algunas herramientas, fundamentalmente conductuales, tendentes a modificar hábitos y conductas.
Otro de los aspectos que aclaro es que hacer Coaching no es hacer terapia, dado que se trata de un proceso de acompañamiento, a lo que se suma el hecho de que algunos no somos psicólogos.
Diagnósticos que no lo son
En la publicación digital "Women Now", Marita Alonso habla hoy del peligro de "psicoanalizar a desconocidos en las redes sociales", en una tendencia que evoluciona desde el comportamiento del odiador o "hater" al "psicoanalista" impostado, que no es tal.
Habla Marita de una salud mental recién salida del armario, en un entorno de falsa cercanía o intimidad brindado por las redes sociales, donde unos se erigen en falsos expertos que desconocen casi todo, mientras quienes se exponen pueden recibir, en lugar de apoyo y ayuda, más leña con la que atizar el fuego de sus creencias limitantes.
Me ha hecho reflexionar Marita a propósito de dos aspectos que pueden abordarse desde el Coaching: por un lado, los juicios y su evitación; por el otro, el posicionamiento según el llamado "Triángulo dramático de Karpman", en el que en cada uno de sus tres ángulos se posiciona un arquetipo distinto.
En el afamado triángulo se identifican los roles de perseguidor, de víctima y de salvador. Ocupar una de estas posiciones implica la existencia de impedimentos en nuestras relaciones interpersonales.
El papel de salvador es el que identifico con el de falso psicoanalista. Se trata de un perfil mediante el que la persona se sitúa en un plano pretendidamente superior al de la víctima.
Trasladado al escenario de las redes sociales, el primero sería la "evolución de un hater", mientras que el segundo correspondería a un internauta que pone su confianza en la supuesta intimidad de las redes, sin darse cuenta de su exposición ante el juicio inmisericorde de los demás.
Ni el salvador, que hará las veces de perseguidor aunque lo niegue, es un profesional de la Psicología o del Coaching, ni la víctima es su paciente o coachee. Se entra pues en un juego peligroso, tanto para quien se cree en posesión de la verdad, dado que no se percata de que está proyectando sus propias inseguridades, ni por supuesto para quien expone su vulnerabilidad, pues corre el riesgo de ser destruido emocionalmente.
Y entro de lleno en uno de los principios del Coaching, como es el de evitar el juicio. Requiere tiempo y sobre todo entrenamiento, incluso cuando una se ha dado cuenta de que enjuicia, casi todo y a todos, también a una misma.
El principio de evitación de los juicios
Distinguir el bien del mal o lo falso de lo verdadero. Tales son las funciones del juicio. Claro que dichos conceptos son susceptibles de múltiples interpretaciones, por lo que el juicio, cuando es formal, debería ser prerrogativa casi exclusivamente de los jueces profesionales.
Mi propuesta, desde el Coaching, es invitarte a evitar el juicio, por lo que te muestro el siguiente entrenamiento:
Cuando creas que vas a juzgar, mira primero qué hay detrás, es decir, quién es el reo, la persona objeto de tu veredicto por haber cometido lo que consideras una falta, una culpa.
Te invito a que te preguntes quién marca dónde está el límite de acción para cada uno, esto es, para ti y para la otra persona.
Te propongo que averigües qué es lo que te molesta tanto como para enjuiciar las conductas o formas de pensar de los demás; en definitiva: ¿realmente sabes a quién estás juzgando cuando juzgas?
Te invito también a que te formules las siguientes preguntas, tanto si tu espacio de actuación es dentro como fuera de las redes sociales:
¿Para qué juzgo?
¿Qué siento cuando lo hago?
¿Qué acciones son las que enjuicio más a menudo?
¿Están relacionados mis juicios hacia los demás con situaciones en las que he sido yo la persona juzgada?
¿Cómo me he sentido en tales momentos?
¿A quién juzgo cuando juzgo? ¿lo hago también hacia mí mismo? ¿se trata de procesos paralelos?
¿Qué me aporta el juicio, sea hacia mí o hacia otra persona?
No obstante, quien más quien menos, casi todos hemos sucumbido a algunos, o a todos los arquetipos definidos por Karpman, en algún momento de nuestras vidas. Tomar conciencia de ello supone darse cuenta de cuáles son nuestras creencias limitantes.
Llevar al consciente la base de nuestras conductas y creencias también nos permite empezar a sanar las heridas del alma (Rechazo, Abandono, Humillación, Traición e Injusticia), dándonos permiso para perdonarnos el daño que nos hacemos a través de los demás.
¡Feliz Evitación de Juicios! ¡Feliz Coaching!
Ilustraciones: Ágata del Barco
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