Se dice que el ego es una especie de árbitro entre la parte de nuestro cerebro centrada en la búsqueda del placer y aquélla que nos dice cómo hay que hacer las cosas, para adaptarnos socialmente ¿Cómo es la imagen que proyectas hacia los demás? ¿Qué es lo que silencias? ¿Gana casi siempre tu parte hedonista o la que sigue las normas establecidas? Desde el Coaching te propongo que me acompañes en esta detoxificación del Ego.
Hay veces en las que somos conscientes de que el ego, lo que identificamos como el “yo”, nos está jugando una mala pasada; sin embargo, también somos conscientes de que necesitamos tal figura para adaptarnos socialmente, ya que nos indica cómo hemos de hacer las cosas según los convencionalismos sociales. Todo ello por pura supervivencia, la cual identificamos, a su vez, con la pertenencia a un clan.
¿Cuándo nos molesta el ego? Pues cada vez que reprimimos las emociones que sentimos, sean del tipo que sean. Esto lo hacemos a través de creencias y aprendizajes que se establecen en nuestra infancia y que perduran durante nuestra vida de adultos, a no ser, claro, que las confrontemos.
Durante mi infancia, una de mis personas más queridas solía reprenderme cuando lloraba; lo hacía desde el amor, esto lo entiendo ahora, aunque también lo percibiera de pequeña; sin embargo, su frase era demoledora: “no llores más, cariño, que te pones muy fea”.
Ahora sonrío con ternura al recordarlo, si bien el mensaje que entonces entendía era que, si no lloraba, estaba cumpliendo con la petición de esa persona a la que yo adoraba y que, de esta forma, me querría muchísimo más.
Un árbitro peculiar
“Desde el enfoque del Psicoanálisis, el ego es una solución para el enfrentamiento entre dos partes de nuestro cerebro”, dice María Pilar Sánchez, creadora de Escucha Biológica y experta en Biodescodificación; “una de ellas es como el bebé, que sólo desea el placer; la otra es como el adulto que nos indica que hay que hacer las cosas de una manera determinada”.
Según esta experta, la búsqueda del placer por un lado y la de adaptarnos socialmente por el otro está mediada por la figura del ego, la cual crea una imagen propia que, en principio, estaría en el punto medio.
“Sin embargo, hay ocasiones en las que gana la parte hedonista, mientras que en otras lo hace la de autoridad; esta última se impone con exigencias”, dice María Pilar Sánchez; “de modo que esa imagen que genera nuestro ego y que proyectamos ante los demás está formada a partir de creencias, influencias del entorno y normas educativas que, a su vez, provocan que el adulto reprima sus deseos, impulsos y emociones de todo tipo”.
Es en este punto donde se enciende la alarma, ya que “esa energía silenciada por los convencionalismos sociales es posible que no se soporte por mucho tiempo, debido al alto nivel de estrés que genera en el individuo”, dice la creadora de Escucha Biológica.
Llega entonces la respuesta, tal y como explica Sánchez: “en el fondo la persona no desea reprimir, como ha decidido su ego; no obstante, puede que no sea la mejor solución, produciéndose, por ejemplo, un dolor de cabeza”.
“Ello significa que el cuerpo nos habla, indicándonos que hay algo que no está bien ajustado”, dice esta experta en Biodescodificación; “pongamos por caso que decidimos callarnos para dar esa imagen que se espera de nosotros y así adaptarnos socialmente; si no nos funciona, puede que la próxima vez respondamos con rabia, aunque tampoco ésta sea la solución correcta, con lo que el dolor de cabeza es posible que vuelva”.
¿Dónde está la solución, si el ego no cumple con su función de arbitraje? Para María Pilar Sánchez la respuesta está en “saber cómo puedo comunicarme en ese contexto, entrar en coherencia”.
Dice esta experta que es entonces cuando el malestar desaparece, “pues esa congruencia con uno mismo no estaba ni en la respuesta hedonista del bebé, ni en la autoritaria del adulto”.
Escuchar al propio cuerpo
“Esta coherencia, este encontrarnos, podemos hacerlo si escuchamos atentamente a nuestro cuerpo”, dice María Pilar Sánchez; “pues el equilibrio interior es único, particular y propio de cada persona”.
De esta forma, lograremos eliminar las creencias que nos limitan, ya que “muchas veces, el ego está muy sometido, por lo que deberemos buscar el punto medio, la solución que apruebe nuestro propio cuerpo”.
Partiendo de esta escucha del propio cuerpo como premisa básica, te propongo ahora un plan de detoxificación del ego; desde el Coaching te ofrezco unas cuantas pistas:
Dieta basada en la escucha a mi interior. Atención plena hacia cualquiera de las emociones que se presenten, permitiéndome sentirlas, siendo consciente de cómo las siento y para qué.
Anteponer el amor. Tras tomar la decisión sobre qué hacer con esos sentimientos, colocar por delante el amor, con todo lo que conlleva dicho valor: comprensión, compasión, respeto, lealtad y compartición.
Expresar lo que siento, sin retroceder ante egos ajenos y sin temor alguno por el propio.
Recordar mi merecimiento, sólo por existir, por encontrarme aquí y ahora, en este momento.
Coherencia entre lo que pienso, siento, digo, hago, vivo y cómo vibro.
Reconocer y agradecer por todas las cosas, grandes y pequeñas, que me ayudan a avanzar, por todos los valores y habilidades que me guían y permiten mejorar.
Ser Consciente de todo ello la mayor parte del tiempo; lo decía Kipling en una de mis frases favoritas: “no sólo éramos felices, además lo sabíamos”.
Un último apunte, en palabras de María Pilar Sánchez, “el ego cumple una función, pero no siempre tiene razón”.
Para quienes habéis llegado hasta aquí, remato la historia del principio. Resulta que, sin saberlo, estaba entrenándome muy duro para acallar mis emociones, a fin de, según las normas de uno de mis adultos de referencia, hacerme más fuerte. Hoy entiendo que hacía todo lo contrario, por reprimir mi sensibilidad, proyectando una imagen que, realmente, no era la mía.
Aunque esto lo acabo de aprender, de reaprender para ser más exacta; posiblemente lo que hacía esa persona favorita era transmitirme sus propias creencias, aquéllas con las que había crecido y con las que, en ese momento, funcionaba cada día, sintiéndose superviviente.
Tales pensamientos, en realidad, estaban limitando a su Ser, impidiéndole mostrarse como la gran persona que era y que hoy es, limitándole su capacidad de amar incondicionalmente. Confío en que haya logrado esto último y mi esperanza se apoya en el agradecimiento hacia uno de los seres más sabios y queridos por mí. ¡Gracias mamá, hoy continúo aprendiendo de ti!
¡Felices Egos Sanos y Detoxificados! ¡Feliz Coaching!
Y recuerda que…
Hay veces en las que somos conscientes de que el ego, que identificamos como el “yo”, nos está jugando una mala pasada.
El ego cumple una función de árbitro, pero no siempre tiene razón.
La imagen que proyectamos ante los demás se forma a partir de creencias, influencias del entorno y normas adaptativas.
Reprimir las emociones no es un ejercicio que podamos mantener en el tiempo, pues se produce un alto nivel de estrés.
Escuchar al cuerpo es la forma idónea de entrar en coherencia y detoxificar nuestro ego.
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